El Propano y el Butano, el yin y yang de la industria energética

Wednesday 2 September 2015
Cristian Folgar Cristian Folgar

Cuando hablamos en el sector energético de GLP nos referimos habitualmente de manera indistinta al Propano y al Butano.

Sin embargo su funcionamiento comercial y regulatorio en los últimos años fue bien distinto pudiendo afirmarse que el mercado del Propano es uno de los que mejor funcionan, mientras que el de Butano es uno de los peores y el que más distorsiones presenta.

El mercado de Propano no tiene subsidios presupuestarios involucrados. Los fraccionadores compran el Propano a granel a la paridad de exportación determinada por el Estado. Los compradores internos tienen prioridad respecto de las exportaciones, pero como compran a la paridad de exportación, los productores están en un punto de relativa indiferencia. Los fraccionadores venden el Propano a los consumidores finales a precios “no regulados”.

En general el mercado de Propano esta orientado a comercios e industrias. Los usuarios residenciales lo usan vía los envases de 45 Kgs o los llamados “garrafones”. Los usuarios  comerciales e industriales lo utilizan vía estos últimos o las denominadas “chanchas”, ya muy habituales en ambientes rurales.

El mercado está razonablemente abastecido, existen ciertos cuellos de botella en el invierno pero la cadena comercial los manejó hasta ahora razonablemente bien. No hay sector alguno de la demanda comercial o industrial que pierda competitividad por pagar la paridad de exportación. Ello no ocurrió siquiera cuando el barril de crudo llegó a costar cerca de 100 dólares el barril. Sólo por citar un ejemplo, la industria avícola, que utiliza el Propano para calefaccionar los galpones donde se realiza el proceso de engorde intensivo no perdió competitividad por pagar el Propano a precios “no regulados”, dejó de ser competitiva cuando el Estado fijó un precio artificialmente bajo para el tipo de cambio entre nuestra moneda y el dólar. Podríamos citar otros ejemplos, pero el mercado del Propano es un claro ejemplo de que nuestra industria es capaz de ser competitiva sin necesidad de subsidios explícitos a la energía, del tipo que se aplican en gas natural o energía eléctrica.

Veamos que ocurre con el Butano. Este combustible es utilizado principalmente en las garrafas de 10 y 15 Kg. Es básicamente utilizado por usuarios residenciales que no disponen de servicio de gas natural por redes. En general, los usuarios que usan garrafas pertenecen a los sectores de ingresos medios o bajos de nuestro país.

Como el butano en garrafas es mucho más caro que el gas natural por redes siempre los gobiernos intentan que las garrafas de 10 o 15 Kg lleguen a los usuarios al menor precio posible. Es una intención loable, pero el punto es como se logra este objetivo.

Desde 2008 hasta el 2014 el gobierno nacional lanzó un programa que coloquialmente se conoció como garrafa social. El gobierno le pagaba un subsidio a la cadena comercial de modo tal que cada garrafa de 10 kgs se vendiera a $16 en cualquier comercio del país. Como se sabe ese programa fracasó pues nunca se logró que en todo el país la garrafa se vendiera a $16. Sin embargo el Estado pagó el subsidio “como si” la cadena comercial hubiera cumplido con lo previsto.

Durante la vigencia del programa se destinaron $7.500 millones que en su mayoría no llegaron a los consumidores: ¿Hay algo peor que un subsidio que no llega al destinatario?

Sobre los subsidios al gas natural distribuido por redes y a la electricidad se pueden decir muchas cosas, pero ciertamente los usuarios reciben el beneficio. En el caso del Butano no podemos decir lo mismo pues los fondos transferidos por el Estado se “perdían” en la cadena comercial.

A principios de 2015 el gobierno decidió cambiar la manera de subsidiar y en lugar de darle subsidios a toda la cadena comercial, comenzó a subsidiar directamente a la demanda. El Estado le gira a los beneficiarios determinada cantidad de pesos de modo tal que el costo neto de una garrafa para los consumidores beneficiados sea de aproximadamente $20 por garrafa de 10 kgs. El esquema que ahora está usando el Estado es conceptualmente mucho mejor que el anterior. Subsidiar a la demanda, con todos los problemas que ello pueda tener, es siempre mejor que subsidiar a la oferta.

En el esquema actual puede haber errores de inclusión o de exclusión. Puede haber consumidores incluidos que no necesitan el beneficio como también podríamos encontrar consumidores que están excluidos cuando calificarían para el subsidio. Ciertamente estos problemas de implementación podrían ir depurándose con el tiempo.

Pero ambos esquemas de subsidios al Butano tienen un problema común, el Estado no puede garantizar el precio de la garrafa en la etapa final, es decir en los comercios minoristas, porque ellos venden la garrafa al precio que mejor les conviene. El Estado recurrentemente falla en intentar asimilar la comercialización del Butano (mas parecido a cualquier bien de consumo masivo) con la del gas natural por redes cuya facturación es fácilmente controlada por el Estado.

El gobierno que asuma el 10 de diciembre tendrá que repensar todo el sector energético y es importante que tome en cuenta las buenas y malas experiencias registradas. El mercado de Propano nos enseña que la base de la competitividad de una industria no se basa en precios de los insumos artificialmente bajos y el mercado del Butano nos enseña que las mejores intenciones chocan con la realidad logística y comercial de un mercado.

A veces, el exceso de voluntarismo o de ideología termina perjudicando a quienes teóricamente queremos beneficiar: los consumidores finales.

Más de Cristian Folgar
Especialista en servicios públicos y energía. Fue dos veces subsecretario de Combustibles de la Nación (en 2001 y de 2003 a diciembre de 2007). Es adjunto regular de Microeconomía de la UBA y de Historia del Pensamiento Económico en la UCES.
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